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martes, 26 de febrero de 2013

Las ruinas, ciudad sagrada de los Quilmes



Nos habíamos pasado, teníamos que volver. Con la caída del sol, día casi completo sin el destino de nuestro lado, fallando la alegría de que pare un vehículo finalmente logramos llegar. Nosotros, la noche, la lluvia. Las ruinas 5 km. Ruta en frente de la nada, cartel de bienvenida, Los Quilmes.
Desapareció la idea con la existencia de un pueblo, no había rostros. Un día nuevo, distinto, varios kilómetros, camino árido. Nuestro mejor amigo, el pulgar, estaba a la expectativa.
Dentro del Valle Calchaquí, San Miguel de Tucumán Argentina, existe la ciudad sagrada del pueblo Quilmes, nativos. Habitan desde hace miles de años, pertenecen a la nación Diaguita, son cazadores, recolectores, agro alfareros y pastores. Estuvieron casi 600 años solos, cuando en 1400 sufrieron la primera invasión, la expansión Inca. Digamos que estos tuvieron más viveza que los españoles. Inculcaron su cultura, utilizaron la mano de obra necesaria, aprovecharon la oportunidad de crecer con la presencia del pueblo en sus manos. No es así con la conquista europea, se dedicaron a extinguir casi por completo el idioma original, el Kakan, expropiaron toda tierra a su paso, liquidaron a mas no poder cientos de nativos y lo más impotente, obligaron a transportarse a pie desde Tucumán hasta la ciudad actual de Quilmes en Bs. As. De aproximadamente dos mil almas solo alrededor de doscientas personas quedaron con vida, tardando cerca de un año en llegar, en las condiciones más pésimas que puedan existir.
Lejos de presentar un paquete turístico, solo la intención de reflejar los hechos es mi idea. Dejando de lado la explotación pintoresca del lugar (claro que hoy en día la entrada es ingreso monetario para las comunidades que allí residen), se trata de mantener en pie las ruinas, la cultura ancestral, transmitiendo la originalidad verdadera perteneciente a la ciudad sagrada de los Quilmes.


Como todo paso de colores camuflados con bigotes en las narices, algo bueno no podrá suceder. Durante la última dictadura militar argentina, se restauraron las construcciones sobre sus bases originales, en las ubicaciones más planas del terreno. Abriendo las puertas de bienvenida a los extranjeros durante el mundial 78´, ofreciendo belleza, comodidad y confort con el levantamiento de un lujoso hotel en su entrada, de forma desubicada e imponiendo falsa presentación, evitando la verdadera transmisión de los pueblos originarios. Por suerte, hoy brilla su clausura.
Ciento treinta años de lucha y resistencia ocuparon los pueblos de los valles Calchaquíes. Ninguna envidia al Machu-pichu, estas arquitecturas son increíbles de apreciar. Verlas desde la parte más  alta, sobre las montañas, impacta directamente al pensar sobre el esfuerzo y sacrificio sudado, caídos, en su realización.






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