Creo que ya he perdido totalmente la noción del tiempo. Me
quedo en jueves por la tarde, lunes o miércoles, ya es lo mismo. No tengo
interés en saberlo, no lo necesito. No se debe principalmente a ningún tipo de
ingesta farmacológica, sino al contrario.
Ya logre adaptarme por completo, más de veinte días de
viaje, de lugar a lugar, de tierra a tierra. Nunca viaje tanto tiempo, ni
tampoco sé si será tanto en cuestión. En fin, estoy perfecto. Esto me gusta.
Las horas vuelan demasiado y las caras que se conocen son de multiplicarse.
Lejos y no tanto. Creo, además, que al viajar de esta forma uno adquiere mayor noción
geográfica. Se reconocen mejor los diversos pueblos y lugares atravesados. Uno
minimiza cada vez más las distancias, es decir como si cuatrocientos kilómetros
se llegarían a consumir en una sola tirada de un par de horas. Observación y
simpleza. Sencillez y espera. Tiempo y paciencia. Una necesidad creada.
Puntos de encuentro en Córdoba Capital, mi amor encontrado.
Ahí estábamos los dos, el viajar en dupla estaba comenzando.
Manu iniciaría la tarde con el agua bien fresca. Su
confianza de entrada nos hizo notar, da gusto encontrarse con cierta gente. Su
llegada al país desde hacía no mucho más de cuatro meses y su gran viaje del
otro lado del charco europeo nos contaba. Joven, baterías ultra cargadas,
“Juventud divino tesoro”. El entusiasmo que se transmite al hablar e
intercambiar ideas con personas que viajan y su emoción en conjunto son
difíciles de relatar. Manuel estuvo en Auschwitz y el Coliseo Romano. Por los
estadios internacionales de Europa, museos de historia mundial y ocupando
puesto de ayudante de cocina en España.
Horas después adiós capital cordobesa. Salimos con Zo del
lugar folklorista. Jesús María se alejaba cada vez más. Carlitos ya nos había despedido
en alguna esquina perdida del lugar.
Pulgares en ruta con todo lo necesario
envuelto en las mochilas corridas sobre la banquina, lluvia, viento y como todo
lo malo, después lo bueno llega. Andrés con su Híper camión cargado de
provisiones varias, gestos interpretativos de “¿qué quieren ustedes?”, presión
sobre los frenos de “La Estrella S.A”. Suban. Los cordobeses tienen buen humor.
Asfalto liquidado, bajando el sol la provincia tucumana
decía presente en cada tono acentuado que se escuchaba comentar. Noche
acampada. Cuatrocientos quince kilómetros totalmente caídos del cielo, la magia
incierta atravesada por el destino. Se nombraba a la humedad del norte que
nunca era ausente por estos tiempos. Afirmación al cien por cien, el gran
capital de san miguel, Tucumán nos abría sus rutas, como claramente también, la
lluvia. Seis cuarenta y cinco A.M, las ruedas del ciento diez tucumano, línea
urbana nos alcanzó en la zona céntrica.
Wi-Fi nuestra mejor herramienta, salvación de la noche. Sin
rastros de nuestro contacto femenino, la caída del sol se vio dentro del
camping municipal. Cansados no encasillaba en el estado en el que estábamos.
Como hacer de cuenta que se carga con cuatro heladeras y dos televisores plasma
cuarenta y cuatro pulgadas sobre la espalda. Llegábamos, estábamos. Norte
argentino en abrir y cerrar los ojos.
Se anunciaban los
valles, las montañas, los diques, ríos. El cemento ya no quería formar parte de
esto. Se ha abierto el cielo en el pueblo de Tafi. Las chicharras ahí mismo se
encuentran, a sonidos de encuentros. Aire, pasto y sol. Belleza, pinturas y
Pink Floyd. De montañas a lo lejos, de la tierra bien de cerca. Con las rocas
en la frente y las hojas en lo alto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario