En los próximos días me encontraría con Luis, a quien conocí
el año pasado durante su estadía en Rosario, Santa Fe. Viniendo desde la ciudad
de Salto, Uruguay, inicio su viaje unos días antes que yo, donde en previo
acuerdo decidimos encontrarnos en la turística ciudad de Villa Carlos Paz. Ahí
mismo pasaríamos la noche, ubicando a mi amigo patricio quien nos hospedaría en
su casa, compartiendo la cena con su familia, intercambiando palabras y poniéndonos
al día con todo lo que restaba por hacer.
Emprendiendo el viaje por el norte de Córdoba, la ruta 38
era nuestra vía. Esa mañana el clima no ayudo demasiado, la tormenta venia
apuradísima mientras que nosotros teníamos todo el tiempo del mundo para llegar
a destino. Carlos Paz, Cosquin, La Falda, Capilla del Monte y no menos de tres
pueblos más se juntaban en ciento diez kilómetros para llegar hasta San Marcos
Sierra, la tierra de los artistas.
* Los bosques serranos donde hoy se halla el pueblo de San Marcos Sierras sirvieron de hábitat a nuestros nativos, los Henen, más conocidos como indios Comechingones. Es común hallar aleros de piedras grandes semienterradas que usaban como viviendas, y piedras horadadas donde en los agujeros más amplios molían las vainas y en los más chicos y de distintos tamaños, al llenarlos veían reflejado el movimiento de los astros. 916 Habitantes, senso 2001.
Pequeño pueblo, pero
de enorme energía. La armonía, tranquilidad y paz que transmite este lugar es
impagable. Metido veinte km adentro por un único camino de tierra post ruta,
estas calles sin pavimento tienen mucha magia por compartir. Las arquitecturas logran
conservar sus años de varias décadas, marcadas por diversos artistas
callejeros, cantores, poetas y artesanos por doquier que se encuentran a cada
paso. El saludo es natural y los forasteros moneda corriente. Hasta el rock,
blues y mucho Reggae estaban presentes por las noches, sin faltar los
acordeones, contrabajos, violines y los estilos más ocurrentes que puedan
existir.
Lucho me hablaba de una amiga de sus pagos, quien allí
supuestamente residía hace un tiempo, con sus hijos y compañero. Dadas las
características de ella (morocha, de dentadura notable y grandes rastas
abundantes) me tope con su presencia al segundo día de nuestra estadía. Tamara
(“África” para sus conocidos) son su simpática sonrisa nos respondía al
encontrarse con la llegada de su amigo, tras tres años sin verse. Media parla y
la presentación de su familia de por medio, los encontramos vendiendo sus
artesanías al pasar sobre el paso del pueblo hacia los ríos. Con cierta duda
principiante frente a la indirecta de Luis, finalmente nos invitaron a su casa.
Cuatro kilómetros en colectivo urbano, arroz integral para la cena, las carpas
instaladas en terreno firme, cartas breves de presentación y un conjunto de
sonrisas dieron por finalizado el día.
-Mañana tenemos “minga”, arrancamos el día temprano. Había
escuchado decir a Manuel, la pareja de la nombrada mujer de cabellera
llamativa. Mi curiosidad salto al instante y me logro obtener como resultado
que al día siguiente se juntarían varios vecinos para realizar un trabajo
grupal sobre el proyecto de Bio-construcción que esta familia junto a otra
dupla amiga venían realizando desde hacia varios meses. Se trataba de una
costumbre en la cual cada semana se irían rotando de casa y de lugar de
trabajo, de forma cooperativa, sin la existencia de ningún lucro de por medio,
compartiendo almuerzo y charlas en cada ocasión.
Las paredes del iglú están
compuestas por tierra compactada, volcada dentro de bolsas textiles. El techo
se formaba de varios rectángulos de hierro con maderas prolijamente cortadas,
posee varios tubos de ventilación y uno principal, ubicado justo en el medio
del hogar, de forma giratoria permitiendo la entrada y salida del aire. La luz
es generada mediante paneles solares conectados a dos baterías de camiones. Con
dos o tres días de carga bastan para
cubrir una semana completa de utilización básica. En cuanto al tema baño, la
construcción se basa en un “secado”. Las paredes son también de barro, mezclado
con pajas y cañas formando una solidez inmovible. El efecto solar junto a la
evaporación no dejan ningún tipo de rastro.
Descanso
breve entre medio de hierbas, mates y una “llamadita” (tocada en conjunto de
sonidos acústicos, con tambores de industria y artesanal) forman parte de esta
filosofía de vida. Y yo que me denominaba bastante sencillo, para esta forma de
ver las cosas esa palabra queda demasiado pequeña en este mundo. Adaptarse
desde mi punto de vista se tornaría muy difícil.
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